29 oct 2010

Campo, campo, campo...

...Sierra, árboles y aire fresco, pajaritos y una buena chimenea. Este fin de semana nos espera plan como es tradicional en mi pueblo (porque yo en Sevilla lo he contado y parece que a la gente le suena a raro) Todos los años, lo normal es pasar un día de campo para la fiesta de Todos los Santos. Si, vale, yo soy un poco ateo, pero también soy ateo en navidad y en semana santa y tengo vacaciones igualmente. Una cosa es el periodo vacacional y otra muy diferente la fieste con la que coincida :P Me encanta el campo y todo lo que sea una buena excusa para ir a echar un día es bien recibida.

Y mis queridos amigos del pueblo, como llevamos haciendo cuatro años consecutivos, vamos a pasar el domingo en una viña en la Sierra de Andújar disfrutando de descansito, tostadas leña para desayunar y tortilla de patatas de mamá para comer. Así que, un saludo a todos, os veré el martes (y pondré alguna foto para daros envidia)

25 oct 2010

19 oct 2010

el número 23


El cielo de Valverde de Llerena al anochecer un par de días antes de que llegaran los 23. Fin de semana de descanso y sosiego. Y hoy, que tengo más descansito, puedo ser consciente de lo que pasó ayer. Pero los 23 son iguales, sigo adelante y ya entrado el curso al fin, comienza el trabajo.

Ya tenemos deberes, ya tengo libros y cosas que comprar y ya me estoy organizando la carpeta :P Esto empieza y empieza bien: con el recuerdo de un fin de semana de descanso y sosiego que ha sido el mejor regalo que podía esperar para mis 23 añitos.

Un saludo de Jean Loumès, un anagrama más cerca de los 30 que de los 15 xD

14 oct 2010

Allá voy, grado superior

Me lo propuse. Me propuse currármelo y hacer el mejor grado superior que ningún otro alumno pueda hacer. Me lo propuse porque estaba harto del grado medio, quería cambiar, quería una nueva etapa, una nueva vocación que desarrollar: la composición.

Los tres nos lo hemos propuesto. Pero apenas en una semana de curso, le vemos el plumero a todo y a todos. Es igual que el medio, los profesores que no son una patata, saben muchisimo pero no dar clase; la gente es igual de imbécil y tiene las mismas cortas aspiraciones y el mismo nivel cultural nulo; la organización es pésima, nos tratan mal y sentimos que vamos a recibir más bien pocas aportaciones interesantes.


No obstante, los tres nos lo hemos propuesto. No podrán con nosotros y, lo que nos pida nuestra necesidad como compositores, nosotros lo vamos a buscar.

10 oct 2010

Para la chica de Madrid

Y ya que hablamos del cambio de estación y del romanticismo y aprovechando cierta entrada en mi facebook que hablaba de artistas románticos, le regalo a Cherry H. Drake esta entrada con el considerado "primer" cuadro del romanticismo: "Dos hombres contemplando la luna" de Caspar David Friedrich. Lo hago porque me resultó muy curioso leer en el facebook un comentario suyo en el que decía que le gustaba, cuando el día anterior Feles y yo estuvimos hablando precisamente de él porque uno de su cuadros sirve de portada a mi edición del "Drácula" de Bram Stoker.

Pues eso, ¡que viva el frío y el romanticismo! Y un besito a la chica de Madrid :)

¡Que viva el frío!

Llegó el cambio de estación, se acabó la playita, los bañadores e ir por la calle ligeritos de ropa. Y con la estación nueva llega un cambio de look al blog, algo más frío, más suave que invite a lo que invita el tiempo.

Ahora es la época del romanticismo, de los cuadros de colores diluidos, de formas que manchan composiciones íntimas, evocadoras como la misma lluvia.

Me encanta esta época y su buen tiempo (sí, buen tiempo, ¿qué pasa? El calor es una mierda) y espero que con ella regrese una inspiración fluída y provechosa :)


5 oct 2010

Fantasma

Soy un fantasma. Estoy matriculado en un plan de estudios que no existe. A dos semanas del inicio del curso y sin horarios aún para dos asignaturas (de las trece que tengo) el plan no está ni aprobado por lo que, en teoría, ni existen programaciones para las asignaturas, ni contenidos, ni tenemos derecho a clase


Aiisss.... la educación

2 oct 2010

Por un sombrero y un par de caballos (segunda parte)

El aro de metal del barril se le clavaba en la espalda y, como tenía la pierna recogida sobre sí misma, estaba sentado sobre su propia bota. Las gotas de sudor le recorrían lentamente la cara desde el inicio del cabello (cubierto también de tierra fina) hasta el águila del pecho. Además, el mismo sudor ennegrecía su piel al arrastrar el polvo que la cubría. Pero no era una situación muy incómoda para él, había estado en lugares peores.
Apretaba contra su pecho un rifle de poco calibre que había robado durante su huída. Hacía tres días que había escapado de la cárcel y era buscado desde entonces en todos los pueblos del condado. Claro que no era difícil pasar desapercibido teniendo en cuenta que cada uno de los asentamientos estaba en mitad de la nada separado del vecino por algo más de medio día de desierto rocoso en carreta y uno entero a caballo (por aquellos parajes no era muy usual ver camionetas o coches de gasolina, solo dentro de los pueblos y en la carretera principal) Era un suelo pobre donde junto al río se concentraba la mayor parte de la vegetación, quedando la restante relegada a crecer junto a postes de telégrafos y barriles abandonados.
Además del rifle, llevaba consigo una cantimplora casi vacía, un machete que también había cogido prestado colgado en el cinturón, un pequeño pañuelo azul atado a la muñeca izquierda y una brújula que no siempre funcionaba. Una situación algo triste en mitad del condado más olvidado de Norteamérica.
Pero ahora no le preocupaba nada que sus pies pisaran la arena que él consideraba más pobre del mundo entero, ni que sus reservas de agua no iban a permitirle llegar a Bass Town, ni que ni siquiera supiera si se dirigía a aquel pueblo porque su brújula marcaba el norte solo a veces. Ahora le preocupaba que lo matasen. Su cabeza se pagaba bastante cara y después de tres días lo habían reconocido en una taberna del este, no muy lejos del almacén de trenes, construido a menos de doscientos metros del apeadero de Stone Village, un pequeño pueblo lleno de salones y tabernas refugio de bandidos y fugitivos, gente con la que no era recomendado entablar conversación, un nido de peleas, muerte y discusiones donde los estómagos perforados por los revólveres eran el premio a una partida de póquer.
Tras una corta trifulca, había conseguido despistar a los que pensaban cobrar la recompensa escondido sobre un carro de gallinas hasta la noche. Entonces siguió la vía hasta el almacén y no tuvo más remedio que esconderse entre dos barriles a los pies de la alambrada al escuchar los caballos de sus perseguidores, que habían sido informados por una camarera de la dirección por la que había escapado su presa. No debió haberle pedido agua a aquella mujer, que, además de delatarlo, le había dado una cantimplora casi vacía. Estaba condenado.
Hacía unos minutos que acababa de escuchar como esos hombres desmontaban a sus respectivos caballos y como, revólver en mano, habían entrado en el almacén por la puerta que comunicaba con el pequeño edificio del telégrafo. Después de haber llegado tan lejos no quería que esos dos tipos pusieran en peligro su misión.
-Sabemos que estas aquí, East. Es inútil que te escondas- ambos tipos reían cada comentario que hacían. Pisaban con cuidado como si pensaran que las pisadas iban a delatar su posición y las risas no. Cada uno fue por un lado, el más viejo cruzó uno de los trenes por el hueco que había entre dos vagones en dirección a la pared opuesta. Se movía con agilidad a pesar de la edad que su aspecto daba a entender. Y el otro, con una barba de tres días poco cuidada y el pelo húmedo bajo el sombrero, siguió hacia delante acercándose a los barriles que escondían a Frank East. Cuando estuvo lo suficientemente cerca de él se incorporó de repente golpeando al tipo con el cañón del rifle. Al levantarse temió no haberle sacudido lo suficientemente fuerte como para noquearlo ya que sintió su pierna izquierda debilitada por haber estado tanto tiempo replegada bajo su peso. Pero el tipo perdió la consciencia.
El otro escuchó como su compañero había caído levantando una ligera niebla de polvo que no se apreció en la oscuridad. Frank East pateó el aire para despertar los músculos de su extremidad y después se agachó para revolver los bolsillos de la chaqueta del perseguidor. Con la mano que tenía libre sujetaba el rifle, no pretendía dispararlo, de hecho no estaba seguro de si estaba cargado o no pero siempre era bueno imponer un poco de respeto antes que ir totalmente desarmado.
-¿Roland? ¿Estás bien?- decía el otro tipo casi susurrando. Comenzó a sudar algo más de lo normal y su espalda tocó el segundo tren cuando retrocedía asustado. Al principio iba seguro de sí mismo, East estaba acorralado, desarmado y cansado. Eso era lo que creían. Pero su reputación le predecía, Frank East era un hombre fuerte y astuto, poco preocupado por su propia seguridad, dirían algunos. Decidido a la hora de actuar, un tipo duro de pelar, como solían decir por allí. Y pensar que su compañero ya podía estar muerto le asustaba demasiado. Levantó el revólver y comprobó que le templaba el pulso. Escuchó algo moverse cerca de él y giró su cuerpo con el arma al frente, después se dio cuenta de que apuntaba a la madera carcomida del mercancías. No pudo darse cuenta de nada más, Frank East le había golpeado la cabeza contra el vagón.
Frank recogió el sombrero de aquel tipo, le sacudió la arena y se lo puso. Cogió también el revólver y la funda y se la abrochó encima del cinturón.
Después los arrastró afuera con poco esfuerzo. La arena se revolvía en el aire al paso de los pantalones rasgados. Les ató las manos al poste de telégrafos con sus propios cinturones mientras murmuraba:
-¿Habéis montado un par de caballos para venir hasta aquí? ¡Joder!, si ahora estoy escuchando las voces de los borrachos. Si pudierais entrar en los urinarios con ellos, los montaríais para ir a mear- caminaba ya hacia los caballos cuando dijo esto último. No necesitaba nada más, tan solo confiaría en que su brújula esta vez apuntara al norte para llegar a Bass Town.