28 oct 2008

Simplemente Kandinsky

Kandinsky, "Composición 8"

Es que estaba ya un poco harto de los homenajes y las entregas de"grandes inspiradores" y, aunque este también lo es, por lo menos no enseño más fotos del careto de mis idolos. Ya dejaré por aquí algunas reflexiones, poemillas y otras cosas interesantes cuando se presente la inspiración.

Un saludo de Jean Loumés (un anagrama sin cabeza)

Homenaje a Cherry (Grandes hombres IV)

Como veo que ahora me ha dado por los homenajes y el reconocimiento a ciertas personas (conocidas o simplemente admiradas) no podía dejar de lado a la segunda persona que se digna a dejarme un comentario. Además, como comparto con ella algo más que un blog (es la bajista de mi grupo) pues me ha dado por rendirle un pequeño homenaje.
Al sorprenderme tanto averiguar que algunas de sus pelis favoritas son "Cantando bajo la lluvia" y "La tentación vive arriba" quiero dejar aquí unas imágenes en honor suyo. Por tener un buen gusto cinematográfico, por cultivar la buena cultura del cine y ensalzar el valor de los clásicos, por conmoverse por un fruncir de labios de Marilyn o disfrutar con las coreografías de Gene Kelly, esta cuarta entrega de "Grandes hombres" está dedicada a Cherry. Y, por ser la primera entrega en la que aparece una mujer (y no será la última) voy a cambiarle el nombre a la sección. Bienvenidos a "Grandes inspiradores".


Gene Kelly, el máximo exponente del musical


Marilyn Monroe, el poder de una sonrisa

Un besazo Laura.

Jean Loumés.

27 oct 2008

Grandes hombres III


Alan Rickman, palabras en la mirada.


Frank Sinatra, el nombre propio de la voz humana.


26 oct 2008

Un poema para bea

No quiero que nadie, absolutamente nadie se digne a leer esto, porque es solo para una persona que sabe que es muy importante para mi. A ella le dedico este poema y si es lista y buena observadora descubrirá su nombre oculto dentro de él.
Un besito para Bea.

Parando la tierra por ti

Barriendo todas las muestras de dolor,
eliminando cualquier rastro de tristeza,
apartando la vida de la insatisfación,
triturando a los que matan la belleza,

rompiendo todo el mal en el planeta,
invento cuentos para que seas feliz,
zarandeo la tierra para que no de vueltas.

J. M. (a Bea)

Un saludo de Jean Loumès

Artista invitado

Hacía ya muchos años que un viejo amigo, artista incansable, mente devoradora del tiempo, había separado su vida de la mía. Las cosas que tiene la distancia es que uno va dejando pasar los días, va conociendo gente nueva y va coincidendo menos con la gente antigua. Pero los que han sido cuerpos gemelos sobre todo en el mundo del arte acaban por encontrarse de nuevo por los caprichos del destino y eso me acaba de ocurrir a mí.
Después de muchos años (repito) he vuelto a tener una agradable conversación con el que fue fruto de mi canción "Roto más que descosido" basada en la exposición de pintura de título homónimo de Lorenzo De la Cruz (que acaba de convertirse en el primer artista invitado de este blog)
Este personaje es un cultivador de filosofías visuales que desarrolla su obra tanto en pintura como en escultura y fotografía. Juega con un estilo daliniano al que añade sus propios cánones que lo hacen único en su imagen de nuevo gran genio del surrealismo de nuestro tiempo. Dará que hablar en el futuro, es un tipo con las ideas claras, con las metas propuestas y que sabe luchar por hacer llegar su forma de expresión a todo el mundo.


Desde aquí lo animo a seguir adelante, le doy un calurosísimo saludo y lo convido a realizar proyectos comunes en el futuro. Y a todos vosotros casi os obligo a pasar un rato por su blog www.dlacruzmorente.blogspot.com para conocerlo mejor. Merece la pena.

Un saludo de Jean Loumès.

23 oct 2008

Grandes hombres II


Glen Gould, de un loco y un genio.


Enrique Bunbury, pequeño aragonés inmortal.


21 oct 2008

...y cuando muerto

Una de mis eternas búsquedas, una de mis metas (aunque no de las más importantes) siempre ha sido grabar mis canciones. Ahora mismo, gracias a Pri, Dani "ked" y Laura (o sea, Naked NaNa, mi grupo) estoy consiguiendo aportar mi conocimiento, mis gustos y mi técnica a algunas grabaciones de pop-rock. Sin embargo, pese a que me lo paso maravillosamente bien, lo que hago con ellos es lo que quiero en este momento y no cambiaría lo que tengo por nada del mundo (sé que vamos a llegar lejos los cuatro juntos), mi gran pretensión no ha sido nunca un grupo, sino una banda que pudiera interpretar MIS canciones. No es lo mismo, hay un matiz. He estado haciendo mis pruebas, con programas de edición, pero aún son cosas minimalistas (es lo que ofrecen las posibilidades de un solo instrumentista con unos sonidos artificiales, los que da el teclado y algunos naturales: el piano y la armónica) Y yo quiero más, ojalá en el futuro pueda encontrar a un batería, unos guitarras y un bajista que me hicieran el favor, pero hasta entonces tengo que conformarme con las versiones acústicas, acompañarme a mi mismo con el piano, sin más, sin percusión, sin coros, etc... e imaginarme todos los arreglos en mi cabeza.
Y todo esto viene por que iré ejando por aquí algunas letras para que les echéis un ojo, y quería dejar claro que son canciones y no poemas. Es diferente, no se escriben igual, no se atienden a los mismos criterios y, obviamente, están escritas para ser escuchadas con en una melodía. Pero aún así creo que he escrito algunas dignas de ser recitadas sin música y esas son las que colgaré.
No me enrollo más, la primera que se me ha ocurrido es esta, un tema sobre la muerte y la posteridad cuya música tendréis que imaginar.

Y cuando muerto…

Quiero morir en buena postura

que ya es para toda la vida;

que no quiero quejarme

ni una sola vez en mi lecho,

y que luego no digan

que no fue digna mi muerte.

Yo no quiero ser como esa gente

que sigue jodiendo después

de dejar de joder.


No quiero que al final

se me acerquen con maldad

y me halaguen

porque tras de mí no quedará

ni un centavo para nadie.

Y cuando muerto me vayan a cantar

no quiero ver llorar

a los cocodrilos.


Quiero ir libre en mi locura

que sea feliz mi partida;

y que pueda marcharme

dejando a mi paso un misterio,

y que luego no digan

que no fue original mi muerte.

Yo no quiero irme como la gente,

que no dice nada cuando

ha caído en la oscuridad.


No quiero que al final

se me acerquen con maldad

y me halaguen

porque tras de mí no quedará

ni un centavo para nadie.

Y cuando muerto me vayan a cantar

no quiero ver llorar

a los cocodrilos.

No quiero figurar

en las listas de héroes

ni de cobardes

porque jamás viví de mostrar

ambas caras ante nadie.

Y cuando muerto me vayan a cantar

odiaría mucho escuchar

a los aludidos.



Un saludo de Jean Loumès

Grandes hombres

Probablemente aquí comienza una nueva saga de entradas chorras. Personajes que para mi trascienden a un plano inspirador y hacen que tengamos fe en la capacidad del ser humano. Ahí van un par de ellos que al menos en mi opinión merecen una gran página dorada en la historia.

Bob Dylan, trovador del siglo XX.

Woody Allen, cuando el drama se hizo risa.

18 oct 2008

A un amor

Una foto dedicada a quién se de por aludida (y aviso que solo hay una persona que puede hacerlo)

Un saludo de Jean Loumès.

La importancia de cumplir 21 años

Exactamente la misma que de cumplir 18, 19 y 20. Un día más, un día menos (como decía el poeta) que no viviremos pero recordaremos. Es bueno ir creciendo y añadiendo cifras al número de la edad porque en el pesimismo podemos decir que nos queda algo menos para llegar al final del camino y en el optimismo podemos decir que hemos acumulado un año más de sabiduría para ser aplicada en ese caminar.

Si alguien pasa por aquí y me quiere felicitar que lo haga. Nunca me ha resultado demasiado importante recibir felicitaciones, porque nunca he estado el día de mi cumpleaños con quién siempre he querido estar. No se preocupen, no me estoy poniendo triste, la melancolía a veces no es mala.

En fin, un saludo de un Jean Loumès más sabio y más viejo que desde aquí se autofelicita.

17 oct 2008

Hola otra vez audaces seguidores invisibles

¿Qué tal, damas y caballeros? Abro una nueva función en este programa tan falto de materia prima (es por escasez de tiempo de ocio, básicamente)

No se enfaden conmigo si no paso mucho tiempo por aquí, pero es que no me gusta dejar comentarios baladíes ni imágenes que no dicen nada... bueno si, está bien. Pero eso también hay que hacerlo bien y hay que pensar antes de desbariar.

De momento les voy a dejar con el prólogo de un nuevo libro en el que estoy trabajando. Es una historia de terror que comienza cuando unos extraños asesinatos alertan a una pequeña población. Un antiguo habitante, un joven periodista que marchó hace tiempo a Nueva York cuando una experiencia traumática le enfretó con su familia (a la que creía responsable) regresa después de mucho tiempo preocupado por la ola de extraños sucesos. Cuando se involucra en la investigación irá descubriendo que esos horribles asesinatos le devuelven al pasado, y encuentra una sorpresiva conexión con aquello que lo alejó de su pueblo natal hace tantos años...

Si les gusta, digánmelo, propongan mejores u ofrezcanme consejos para hacer de la historia algo con más sustancia. Y, si no les gusta, por el contrario, se aguantan (eso si, dejen alguna sugerencia)

Sin más qué decir un saludo de Jean Loumès.

Prólogo

Silencio perturbador. Los sonidos de la nada lo inundaban todo. Silbaba el viento entre los mármoles y el ladrillo, si, pero no había más que silencio. Era una sensación más que una verdad certera, porque al paso de esos silbidos danzaban de forma macabra las hojas y las ramas de los árboles, y los búhos cantaban a la luna, y los pequeños insectos correteaban como dejándose llevar por el ritmo de aquella oscura sinfonía. Pero era una música callada, era silencio lo que el sonido transmitía. Porque pese a los caprichos de la brisa al colarse por las esquinas, al usar el propio entorno como una enorme caja de resonancia; pese al andar acompasado de las hormigas, los escarabajos y las cucarachas, y las dulces voces de los grillos lejanos; pese al crujir de las viejas maderas, de las ramas ancianas y de las piedras que tanto tenían que contar; pese a todo, era la armonía del silencio lo que se creaba. Y como en la más ambiciosa de las óperas, el sonido contaba con su escenografía y vestuario: de gala las cruces y las estatuas que parecían a medio esculpir porque ya se las había comido el viento. Envueltas en ligera niebla, las losas grabadas se alineaban como si fueran un gran coro que callaba. El libreto de aquella obra era excepcionalmente bello, y no tenía palabras.

Hasta que, en tal perfecta pieza de música callada, desafinó un instrumento. Los pasos lentos de un andar seguro sobre el barro desentonaron en la hasta el momento sublime construcción del silencio en movimiento. Rompían el aire los rasguños en la tierra mojada de unas botas cuyo cuerpo aún no se podía intuir. Pero por ahí estaban, caminando entre las tumbas, haciendo callar a los grillos y a las lechuzas, espantando a los insectos a su paso... silenciando al aire que parecía perder su fuerza al querer arremeter contra aquel andar. Era un andar misterioso, sereno, que no parecía dirigirse a ningún lugar en concreto pero no dejaba de moverse. Ahora el silencio sí estaba roto, y el cementerio (que antes parecía tan gratificante en aquella calmada noche) se había transformado de repente en un lugar terrible. Incluso se podía tener la sensación de que las almas de los infelices que allí dormían se estremecían al sentir aquellos crueles pasos no queriendo, bajo ningún concepto, volver a salir. Y tal vez fuera cierto, tal vez en ese preciso momento, el lugar y el contexto más seguros de todos los que podrían existir en cualquier parte del mundo, fuera una tumba y estar muerto.

Una imagen felina que recortaba la luz nocturna sobre un muro de piedra parecía querer enfrentarse al intruso. No emitía sonido alguno, solo observaba con fiereza el andar que se cruzaba frente a sus pupilas amarillentas. Pero a esas botas que no se detenían no les importó que aquel testigo animal pudiese dar fe de su existencia en ese lugar y en ese preciso instante. Cruzó la verja de forja que siempre estaba entreabierta y al atravesar el umbral, las hojas secas que se amontonaban junto a los muros emprendieron un corto vuelo como si la simple determinación del caminar fuese más fuerte que la brisa que no las había conseguido levantar minutos antes. Y era realmente curioso que al mismo tiempo que se iba alejando del cementerio, el misterioso cuerpo dejara ver gradualmente una parte más alta de su anatomía. De entre las sombras surgieron unas piernas largas a cuya media altura ondeaban los pliegues de un abrigo oscuro. El resto aún era una silueta negra, pero al menos ya no era solo el eco de unos pasos, sino una forma corpórea de cabeza erguida que caminaba firmemente hacia una casa, con los brazos caídos que se dejaban mecer al compás de los pasos. Ellos eran ahora los que dictaban la melodía. Como en un punto y aparte, como en el cambio de un movimiento allegro a un largo cadencioso, la obra musical parecía ya ser otra. Se había dejado de escuchar el silencio que había quedado tras los muros, la disonancia se había perdido porque ya solo quedaban aquellos pasos terribles como toques de percusión en una marcha fúnebre.

No muy alejada de la verja que nunca se cerraba, la primera casa del pueblo estaba aún alejada del resto de las viviendas. Antiguamente fue la sede de un club de caza cuyos ancianos y retrógrados contertulios habían muerto o no estaban ya en forma para empuñar sus rifles. Hacía años que la caza había perdido adeptos en aquella zona, y cuando los últimos miembros del club ya no pudieron continuar financiando su permanencia, se clausuró definitivamente. El coto se cerró, pasó a ser espacio protegido y la casa al borde del bosque se puso en venta. Y uno de los últimos miembros, J. P. Jackson (muy mayor aunque no de los más ancianos) la compró con lo que quedaba en las arcas del antiguo club. Vivía allí con su mujer, su único hijo y dos perros ancianos. No quiso alejarse de su amado bosque, no permitió a su hijo buscar un futuro diferente a seguir sus propios pasos, estaba obcecado en que podría levantar de nuevo el coto y devolver al pueblo su deporte favorito. A su único modo de vida.

Aquella noche vio desde la ventana como una figura de andar extraño se acercaba a la casa. Sus ojos ya no tenían la vitalidad de antes pero mantenía más o menos una buena visión. Era un cazador. Sabía controlar las situaciones y, al fin y al cabo, un hombre no corre más que un ciervo. Miró de reojo su arma. El rifle de cerrojo se apoyaba en la pared justo encima de la chimenea. Para J. P. Jackson, aquella herramienta estilizada, potente y fiable había sido su mejor y más leal compañera durante años. Se sentía tentado de nuevo al observar como aquel tipo entraba en su jardín. Ahora era un intruso, él tenía derecho... pero cuando la figura alcanzó el porche, J. P. Jackson sintió un terrible escalofrío. No sabía por qué pero su cuerpo soportaba ahora un miedo atroz, temió por su familia y pensó que lo único que debía hacer era protegerla a toda costa. Fue hasta la chimenea, cogió el rifle (que siempre estaba cargado) y fue hasta la puerta. El intruso no llamó, pero tampoco entró a la fuerza, simplemente la hoja de madera giró sobre los goznes como si hubiera cedido al viento. Lo que dejó perplejo al cazador era que no podía haber corriente de aire con el ventanal de la cocina cerrado a cal y canto, y, sobre todo, que la puerta principal había estado hasta ese momento bloqueada con tres cerrojos de acero.

El intruso levantó la vista, tenía el pelo largo y le caía por la frente oscureciendo sus ojos. No había mucha luz, pero el farol de gas que estaba colgado en el pasillo fue suficiente para proyectar la más cruel de las sombras en el umbral de la puerta. A Jackson le temblaba el pulso, apuntó a la cabeza del intruso y al final del cañón de acero rayado pudo ver como dos ojos que brillaban con luz propia se abrían de repente mostrando unas pupilas enrojecidas que acompañaban una expresión demente. Los labios del intruso sonreían con una dulce ironía, torció un poco la cabeza y ese leve movimiento captó la atención de Jackson, que supo extraer de entre el miedo al cazador que llevaba dentro. Era un profesional y sabía que controlar la situación era importante, que no podía perder detalle de los movimientos de la presa, que debía disparar antes de que jugase su baza, antes de que estuviese demasiado cerca, tenía que disparar antes de que Jackson estuviera a su alcance, antes de que pudiera arrebatarle el arma... El pequeño gesto del cuello fue el detonante. Se concentró en su dedo índice, presionó y notó la resistencia del gatillo que estaba frío. Llevó el mecanismo hasta el fondo mientras mantenía el cañón apuntando a la cara de la presa, la culata bien aposentada en el hombro derecho. Había perdido el miedo de repente, estaba aferrado a su eterna amiga, a su herramienta, a su única salvadora, a su vida... pero aquel rifle llevaba demasiados años sin dispararse.

9 oct 2008

No sé qué escribir (3ª entrega, la venganza final)


Es solo por completar la trilogía.

5 oct 2008

No se qué escribir (2ª entrega)

Y así puedo estar toda la vida. Crearé la saga "No se qué escribir", con secuelas, precuelas, spin of, merchandaisinnn, un par de series para televisión y ediciones especiales en cajas de latón con cientos de horas de extras. Menuda gilipollez.


Aquí estoy yo en una sesión de fotos con mi hermano en la Sierra de Andújar que después utilizamos para mi disco El extraño planeta vegetal (no lo busquen, no existe. Ya os hablaré alguna vez de ese proyecto) La serie del disco es en colores, las versiones en b y n se usaron para los singles.

En fin, es que no quería dejar ahí la imagen simplemente, me apetecía dedicaros unas palabrejas. Ciao.

Un saludo, Jean Loumès