31 de Mayo estreno de la obra de Jean Loumès
para clarinete, guitarra, piano y electroacústica
en el Aula 5 del Conservatorio Superior Manuel Castillo de Sevilla
"Los pilares que nos mantienen, siempre se encuentran dentro de nuestros pensamientos, están en nuestras ideas, en nuestra forma de pensar, de afrontar cada una de las perspectivas vitales que se presentan frente a nuestra conciencia. Pero la conciencia y su alter ego son, muchas veces, incontrolables, inescrutables, un profundo agujero donde nuestros pensamientos se van vaciando y conviven sin sentido, mezclándose. Como en nuestros sueños, cuando nada tiene sentido y el mejor de los argumentos nos sumerge en un mundo de incoherencia formado por cada uno de los retazos de subconsciente que hemos acumulado en un día, en un mes… en una vida.
La referencia a la inconsciencia es una forma de citar este fascinante hecho de la mente. Como en el monólogo interior del “Ulysses” de Joyce, la música de “Pilares de la inconsciencia” se sumerge en ese discurso interrumpido y, en apariencia desestructurado, que supone el pensamiento. Su fluir ininterrumpido.
De esta idea se extraen las zonas contrastantes en cuanto a tempo: el regreso al primer largo después de la interrupción del presto, como si alguna idea extraña escondida en la mente se hubiera colado en otro sueño. Pero también, dentro de tanto caos, el orden lógico y sencillo del cerebro trabajando pausadamente cuando estamos dormidos: la armonía simple, basada en apenas seis notas que se superponen, se intercalan de mil maneras y luchan por su grado de importancia. Es aquí, donde toma relevancia la idea de los pilares, de la construcción del pensamiento sobre estas bases simples que se agrupan para formar el resto del edificio, dándole una coherencia escondida dentro del profundo desorden de la mente"
para clarinete, guitarra, piano y electroacústica
en el Aula 5 del Conservatorio Superior Manuel Castillo de Sevilla
"Los pilares que nos mantienen, siempre se encuentran dentro de nuestros pensamientos, están en nuestras ideas, en nuestra forma de pensar, de afrontar cada una de las perspectivas vitales que se presentan frente a nuestra conciencia. Pero la conciencia y su alter ego son, muchas veces, incontrolables, inescrutables, un profundo agujero donde nuestros pensamientos se van vaciando y conviven sin sentido, mezclándose. Como en nuestros sueños, cuando nada tiene sentido y el mejor de los argumentos nos sumerge en un mundo de incoherencia formado por cada uno de los retazos de subconsciente que hemos acumulado en un día, en un mes… en una vida.
La referencia a la inconsciencia es una forma de citar este fascinante hecho de la mente. Como en el monólogo interior del “Ulysses” de Joyce, la música de “Pilares de la inconsciencia” se sumerge en ese discurso interrumpido y, en apariencia desestructurado, que supone el pensamiento. Su fluir ininterrumpido.
De esta idea se extraen las zonas contrastantes en cuanto a tempo: el regreso al primer largo después de la interrupción del presto, como si alguna idea extraña escondida en la mente se hubiera colado en otro sueño. Pero también, dentro de tanto caos, el orden lógico y sencillo del cerebro trabajando pausadamente cuando estamos dormidos: la armonía simple, basada en apenas seis notas que se superponen, se intercalan de mil maneras y luchan por su grado de importancia. Es aquí, donde toma relevancia la idea de los pilares, de la construcción del pensamiento sobre estas bases simples que se agrupan para formar el resto del edificio, dándole una coherencia escondida dentro del profundo desorden de la mente"
