no sé quién soy pero guardo esperanza
en encontrar dónde se esconden o guardan
los desórdenes de mi cerebro.
Me auto convenzo,
aquí en mi soledad,
de que todo cuánto me rodea es bello
y tal vez es posible que lo sea.
¿Qué será lo que me hace ser feliz
cuándo ni siquiera sé si existe la felicidad?
¿Qué será lo que me ayuda a cantar la vida
cuando tanto mal se cruza con ella?
Voy a dejar un momento
de ser tan optimista como era antes,
pues la dualidad de todo hecho
nos lanza hacia la desesperación.
Y aquí es dónde entra
la segunda parte de mi diálogo,
los hechos que no se consumaron
y el dolor de lo que no es bueno,
del sueño negro que nos atormenta,
a pesar de sonreír a la cara del diablo,
de la segunda parte de nuestra cabeza
que aún piensa en el suicidio,
sin que la mitad más sensata
la deje consumar este acto
con el pretexto de la dualidad necesaria
a la que todos nos enfrentamos.